Monjas (Eva Bonet)

jueves, 12 de enero de 2012

No se como ni de que manera, pero mi primer recuerdo es uno muy difuso en mi mente pero que tengo la certeza de que es cierto, me veo de pie en el suelo, no se con un año quizás o menos, mi madre dice que empezé a andar a los diez meses, alguien me sujeta una mano mientras con la otra hago equilibrios para mantenerme de pie y al otro lado inclinado llamándome mi abuelo materno Francisco sonriendo y animándome a ir hacia él, estamos en una plaza enorme y eso sí que no se porque siempre he creído que era enfrente de la Basílica del Pilar en Zaragoza, es posible, ya que aunque no somos de allí sí que he estado varias veces por diferentes motivos, a partir de ahí brumas, y luego más recuerdos, como el día que en colegio de las monjas nos tenían en fila india para ir haciéndonos las fotos de rigor que siempre con la memoria de mi madre por delante situa en lo que era primero de EGB, o como ahora le llaman primero de primaria, la verdad es que no tengo muy buenos recuerdos de ese colegio de monjas, y menos aún de una de ellas la madre Javier.

Ahora pasados los años, muchos años ya, y desde la perspectiva del tiempo y las experiencias, reconozco que me dieron una buena educación, pero también siento como su "domesticaje" me creo tantos complejos que írmelos quitando de encima ha sido una de las más arduas tareas de mi existencia y si eso le añado la propia experiencia de un padre que creía que yo había nacido para servirle... pues ya ves, ahora estaría con una sesión semanal de terapia probablemente, en esos tiempos, era lo que había y cada uno tenía que apañárselas como bien podía o sabía.

Tengo una amiga que tiene tan malos recuerdos de esa etapa que de tan "malos" no recuerda nada, curiosa la mente humana, como nos protegemos nosotros mismos, a eso le llamo espiritu de supervivencia, porque a fin de cuentas no hacemos más de una vez eso, sobrevivir, para conseguir al final vivir.

Una vez leí en un articulo que el 10% de nuestro cerebro esta ahí para "fastidiarnos", el mío ha tenido tal actividad a temporadas que era como una película con calificación drama, terrible y muy pesado, por lo que agarrándome a mi propio caràcter, optimista de por sí y por "narices", empezé a dejar de oirlo expresamente enterrándolo ahí en un rinconcito escondidísimo para no acordarme de según que detalles, como todos seguro.

Uno de esos pensamientos ingratos es el de un día de excursión en octavo de EGB, trece o catorce años para situarnos, "madre Javier", me llamó de camino a casa, para que me sentara con ella en un asiento del autocar y en cinco escasos minutos me dejo caer que por mi forma de ser a poca cosa podía aspirar, y menos a terminar unos estudios bien hechos y acabados, todo  lo más a encontrar a un hombre que quisiera aguantarme, recuerdo nitidamente que no se lo conte a nadie hasta pasado mucho tiempo, pero lo que esa amable monja quería era amilanarme, pues valga decir que en parte lo consiguió, y seguí con ese estigma de "poca cosa" durante bastante tiempo, gracias estimada "madre" Javier, y como la única puerta que me dejó fue el de encontrar a alguien que me aguantara, pues lo hize, y lo encontre y ya hace que me aguanta veinte años y parece que sigue con ganas de hacerlo otros veinte más, ¡fijate! tan poca cosa no debo ser, y acabe mis estudios, y tengo hijos, y aún quiero aprender y seguir aprendiendo, y sigo haciéndolo cada día a cada momento.

Ahhh¡¡¡ y a mi amiga, más o menos lo mismo, que bueno sería poder explicarle que con sus dos carreras universitarias terminadas, sus masters, su marido, veinte o más años también con él, su fantástica casa y todos sus proyectos de futuro tanto profesionales como personales...

Pero, de verdad que ahora ya no vale la pena, o mejor no lo necesitamos.

¿Cual fue nuestra falta?, no ser las más guapas, no llevar el pelo más largo, no ser las más altas, no no lo eramos, pero fuimos y somos especiales, distintas, únicas.

Un año por el aniversario del colegio llegó una invitación, para todas las antiguas alumnas a asistir a varios actos de celebración, mi amiga me llamó, y me dijo:

- ¿Qué, vamos?

No negaré, que al igual que a ella cruzó por nuestra mente la dulce sensación de la venganza, de presentarnos allí con nuestros estupendos maridos, nuestras mejores sonrisas y demás, pero, jajajaja, al final nos fuimos las dos solas a cenar y a celebrar que habíamos sobrevivido a las frustraciones de la mujer de gris, y entre risas pasar página acordándonos de cuando ibamos a confesarnos para saltarnos la clase de matemáticas, de aquella vez que me castigaron por bajar a horcajadas por la gran barandilla que empezaba en el segundo piso, pasaba por delante del despacho de la directora y acababa en la puerta principal, y nuestra gran entrada con nuestras faldas levantadas del uniforme justo cuando estaban recibiendo a alguien importante, o cuando en el coro de la clase donde nos habían obligado a estar desafinábamos a propósito, o en la clase de gimnasia donde nos divertíamos saltando el potro y creyéndonos bomberos cruzando la escalera, o negándonos a subir una estúpida cuerda, total para volver a bajarla.

Y aquel día que nos enseñaron a pelar naranjas con cuchillo y tenedor y acabamos todas tirándonoslas  como si de pelotas se trataran, o ponernos hasta arriba de gambas con la excusa de que no sabíamos hacerlo bien con los cubiertos y teníamos que practicar, y los reflejos que desarrollamos esquivando el borrador de la monja que nos enseñaba inglés, eso sí, con un acento exquisito ya que a la pobre mujer no se la entendía ni hablando en castellano, o sea que en english, pues perfecto.

O el solfeo de la Señorita Clotilde que nos hacía ponernos rectas en la silla, cuellos abrochados, sentadas en la punta de la silla como verdaderas damitas para cuando entraramos en sociedad, pobre señora nadie le dijo que el siglo XIX había terminado hacía tiempo.

En fin, y así podría seguir un buen rato, pero ¡oye! y bien pensado ahora, tampoco me lo pase tan mal, bien pensado ahora, claro.

Por cierto, un último apunte, sí Dios existe, y lo creo, pero yo con todo mi respeto, eso siempre, a misa en bodas, comuniones y bautizos gracias,

1 comentario:

  1. Nadie lo diría, con la carita de buena que tienes ahora.
    Un besito Eva

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