Esperanza (Agustín Rueda)

domingo, 26 de agosto de 2012

Al llegar al filo del acantilado el abismo se mostro frio, oscuro, misterioso. Las olas lamian las verticales paredes de aquella maldita montaña que aquella noche infernal había reclamado mi presencia. A mi espalda una voz me incitaba, me martilleaba la cabeza con su áspera y cruel voz; ahora hazlo no te detengas. Estaba aterrada.
De pronto alguien susurró, ya, ya ha pasado todo. Abrí los ojos, Enrique me tenía abrazada, con la húmeda sabana me limpiaba el sudor salado y frio de mi aturdida frente, estoy asustada -le dije.
-Tranquilízate cariño yo estoy a tu lado. Me abrazo fuertemente colmándome de tiernos besos.
Tranquila me dormí en sus brazos, sabía que estaba segura.

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