La vía
Láctea mostraba su cola blanquecina y las estrellas brillaban como pequeños
diamantes en un negrísimo firmamento sin luna; una brisa leve y un silencio se hacía dueño de
una noche inolvidable, después de una fiesta y orgia por todo lo alto.
Laslo y Jonás
corrían muy nerviosos con el botín, que
dos horas antes habían conquistado en la
algarabía y en el tumulto de aquella inolvidable fiesta. En la montaña en un
lugar apartado, lugar de cita de toda la pandilla y lejano de la población de todo corría. Laslo,
con un sofoco y empapado en sudor y casi
sin aliento, se dirige a Jonás:- El día está
a punto de despuntar, falta muy poco para
el alba. Tenemos que volver y separarnos
y permanecer varios días por ahí. Pronto se darán cuenta.
Jonás
:Que más da, si ya está hecho, ya no hay vuelta atrás. Sigue Jonás, por su parte más entero y metido en
esos vericuetos,:- Tu tranquilo, continuemos juntos; pues como se encontraban
en la fiesta hasta mañana no se darán cuenta. Todos estaban pasados de
vuelta y con tal borrachera y éxtasis que por nada la espantan hasta que
lleguemos a la ciudad y que luego nos pillen, cuando nos vuelvan a ver ya se
les habrá pasado el cabreo.
Laslo
replica: Pero es que es nuestra pandilla,
y al no vernos ya sospecharán de nosotros ¿no te parece? ¿Qué clase de amigos somos? cuando tienen que
ir al pueblo desnudos, tanto nuestros amigos como las chicas, no tenemos perdón
de Dios.
Jonás, con
un poco de más de cara y rostro, le dice:- Es que si son nuestros amigos, pero
mientras se divertían no se acordaban de
nosotros dos, nosotros montamos la fiesta, aportamos las chicas, hasta ahí todo
bien y cuando nos damos cuenta nos quedamos los dos mirando las estrellas, ¿Esos son
amigos? Dándoles un escarmiento para otra vez recapacitarán, y como bien
dicen, o jugamos todos o rompemos la
baraja. Ya los viste se ponen a divertirse con las chicas y a beber sin
límite, que parecían esponjas, y nosotros los marginados, cuando nos tocó organizar
y preparar esta fiesta campestre. Sí,
para eso somos buenos, pero para lo
demás, pobres desgraciados.
Se van
acordar de esta, cuando se despierten sin ropa, sin nada, los dos kilómetros
hasta el pueblo, como Dios los trajo al mundo, tanto chichas como los que
tenemos como amigos; es una faena, pero
igual recapacitan y la próxima se acuerdan de algo más de nosotros.
Tal vez es el tributo caro, para una fiesta
despiadada con una orgia total, cuando la única contemplación en la fiesta loca en la montaña fue ver comenzar a
observar la Vía Láctea en su máximo esplendor. Es el tributo que tuvimos que pagar y nosotros, ¿por qué no hacerles a ellos pagar con la nuestra
putada?.
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