EL CABALLO NEGRO (Agustín Rueda)

La fresca hierba de la pradera se deslizaba bajo los elegantes cascos de la orgullosa jaca que con la cabeza alta y sacando pecho corría pausadamente como una elegante bailarina en el mejor teatro de Paris.
Laura se mecía suavemente sobre los lomos de la cabalgadura disfrutando de la tarde primaveral; El aire fresco del atardecer le daba un ligero masaje en el rostro, los últimos rayos de Sol jugueteaban delicadamente sobre sus dorados cabellos. 
A lo lejos, por el camino que se alargaba a su derecha; avistó una mancha negra que avanzaba a buen paso en dirección opuesta a su marcha. Pronto comprobó que un brillante caballo negro galopaba veloz; cuando el caballo se acerco lo suficiente, pudo comprobar que su jinete era un apuesto joven; - << Quién será este elegante gaucho que cabalga en ese caballo negro >> Se preguntó la joven amazona al cruzarse con tan altivo caballero.
***
El jinete, se detuvo y la piropeó de forma grosera dedicándole una descarada sonrisa.
La amazona, ofendida por el atrevimiento, enérgicamente, fustigo a su jaca que salió proyectada hacia adelante como un sonoro trueno perseguido por la luz brillante de un rayo; ante la furia de la bestia quedó totalmente desarbolada, apretando las piernas intento aferrarse a la montura y consiguió aguantar el tremendo tirón, pero desafortunadamente para ella unos metros más allá la jaca se encabritó, perdió el equilibrio, y dio con su cuerpo en la verde hierba.
El jinete ya había salido en pos de la desafortunada amazona, pero cuando llegó a su lado Laura ya se incorporaba.
-Señorita ¿Cómo se encuentra? Le apuntó intentando ayudarla.
-Usted tiene la culpa; quítese de mi camino, no lo quiero volver a ver en mi vida; le dijo con rabia y estirándose el traje que le había quedado desordenado.
-Señorita la culpa solo ha sido suya, yo me he limitado a saludarla nada más y usted ha hecho el resto.
El joven, con una cínica sonrisa y aprovechando que la tenía lo suficiente cerca, sin mediar más palabras, se abalanzó sobre ella y intento besarla.
La joven, tras el primer sobresalto y después de un forcejeo consiguió zafarse y con la fusta que tenía prendida a la cintura le golpeó el rostro; se encaramó a su jaca y se lanzo al galope.
***
Al llegar a su hacienda, le entregó la yegua a su criado, y se encerró en su dormitorio intentando olvidar lo sucedido aquella desagradable tarde.
A la hora de la cena, puesto que se tardaba, su madre la mandó llamar.
Se arregló y bajo al comedor dispuesta para la cena; - ¿Mamá donde está papá? – Hija, tenemos visita, papá está enseñándole la finca a nuestro invitado, es un chico muy guapo, hijo de un buen amigo de papá que tenía sumo interés en conocerte; no tardaran en aparecer.
Me quedé lívida, mi cara se transformó, una inmensa rabia se apoderó de mi, cuando los vi aparecer me creí morir; allí estaba él, en su cara lucia la marca de mi fusta con un ramalazo que le cruzaba la mejilla; al momento me reconoció y giró la cabeza hacia otro lugar.
Mi madre se dio cuenta de que algo no iba bien.
- ¿Qué tienes hija tienes muy mala cara? ¿Qué no te encuentras bien? – No mamá me vais a tener que perdonar me siento indispuesta; salí corriendo, me refugie en mi dormitorio; me eché sobre la cama, mi cabeza daba vueltas; me veía en el suelo con aquel depravado jinete intentando… no lo quiero ni pensar.
Por la mañana, les contaría a mis padres lo ocurrido el día anterior y que se fuese de mi casa y de mi vida.
A la mañana siguiente, me levanté con dolor de cabeza, no había dormido bien; al entrar a desayunar mamá y papá ya estaban en el comedor, creí percibir que hablaban del invitado,
-Hija me dijo mamá te estábamos esperando para desayunar.
-¿Y vuestro invitado le pregunte, todavía no ha bajado? Os tengo que decir algo.
-Veras hija, nuestro joven invitado ha recibido una llamada urgente de sus padres, y antes que amaneciera tuvo que emprender el camino de regreso; nos ha dicho que nos despidamos de ti en su lugar.
¡Por cierto que era esa cosa que nos tenías que decir?
-Nada mamá no tiene importancia; vamos a desayunar.