MANOS ENTRELAZADAS (Agustin Rueda)

La noche se disipaba, la luz del alba se asomó lánguida por el resquicio abierto de mi ventana.
Sentada en el borde de la cama, las manos descansaban sobre mi regazo, la cabeza cacha y el pelo caído sobre mis hombros. Cogí el teléfono y acerté a decir,- Julia ayúdame. 
El teléfono sonó con insistencia; rápidamente me dirigí hacia él. Aunque su voz le salía apagada no tuve dudas. - ¿Luisa qué te sucede? -Leonor tienes que venir no me encuentro bien, me parece que ha llegado el momento balbuceó.
Rápidamente me asee y salí como alma que lleva el diablo.

Tardé quince largos minutos en recorrer los veinte kilómetros que me separaban de mi amiga.
Llamé al timbre, el escaso minuto que esperé se me hizo eterno. La puerta se abrió y vi a mi amiga con la cara completamente pálida, sus ojos estaban tristes y llorosos.
Intenté cogerla por la cintura, pero se me resbaló y cayó al suelo como un saco sin que pudiera sostenerla.
Llamé inmediatamente a una ambulancia y nos dirigimos directamente al hospital.
En el corto trayecto que separaba su casa del centro sanitario, el chofer telefoneó; cuando llegamos ya nos esperaba un sanitario con una camilla dispuesta.
Con ayuda del enfermero se incorporó despacio, se mantuvo de pie durante unos instantes, pero pesadamente se desplomó en sus brazos.
Pasaron cinco horas. La sala de espera estaba fría. Cuando el médico salió, me dijo: “todo está bien, el niño es precioso; la subiremos a la tercera planta.”
Más tranquila, cogí el ascensor. Cuando ella llegó yo ya la estaba esperando; todavía venia semi inconsciente. Al rato abrió dulcemente los ojos y me miró con una tierna sonrisa.
Acercándome a su oído le susurré, -estoy a tu lado, pronto volveremos a casa, nunca más me separaré de ti. Las dos velaremos por nuestro hijo, no te preocupes sabremos hacerle feliz.
“Cuando estés recuperada plantaremos geranios y rosales en el jardín” le dije dándole un beso distendido; mi mano busco la suya, y fuertemente se entrelazaron como tiempo atrás se habían entrelazado nuestras vidas.