Recuerdos de Juventud (Angel Casas)

domingo, 26 de mayo de 2013

                    RECUERDOS DE JUVENTUD
Hoy se celebran las fiestas patronales del pueblo. Las calles se van engalanando, sus gentes salen con sus mejores galas, los más devotos van hacia la iglesia, otros se arremolinan en los quiosquillos de baratijas buscando alguna ganga, el pueblo se va animando de gentes de los alrededores, la plaza mayor se va llenando para hacerle la oferta a su Patrón San Roque.
Tres amigos están inquietos, llevan años sin verse, después de treinta años se van a volver a encontrar, en el pueblo que les vio nacer; dos de ellos, Roque y Pedro, se fueron cuando acabaron el servicio militar, para hacer fortuna; el tercero, Juan, se quedó en el pueblo ayudando a su padre que era el zapatero.  Cuando se separaron se comprometieron que cuando cumplieran los cincuenta años se reunirían en la plaza del pueblo el día del patrón, en la ofrenda.
Juan fue el primero en llegar al lugar, miró entre la gente pero no distinguió a sus amigos, pensó que no se encontrarían porque la plaza se estaba abarrotando y sería difícil verse.   Mientras por la entrada del pueblo iba un lujoso automóvil, mientras circulaba la gente se quedaba parada mirándolo y murmuraban  ¿quién será el dueño?. Hasta que llegó a la plaza.  Allí se detuvo, tocando el claxon y apareció Roque. Todos los que por allí estaban lo miraron y al unísono dijeron: ”Mira tú el hijo del revientamachos.” Ese era el apodo que le pusieron a su padre porque de tanto trabajar reventaba a los animales para poder mantener a su familia.
El tercero, Pedro, estaba sentado ensimismado viendo como jugaban los críos con un aro de hierro, pensando en cuántos niños no podían ser felices como lo eran aquellos..
Se oyó la banda de tambores y trompetas que se acercaban con las autoridades. Todo el mundo buscó un sitio donde poder ver la ofrenda al San Roque, que presidia un pequeño pedestal en el centro de la plaza. Con mucha pompa, el sacerdote bendijo la estatua; acto seguido habló la autoridad y, finalmente fueron subiendo las personas con sus ofrendas: flores, pan, queso y demás viandas que después eran repartidas por la iglesia a quien lo necesitara..
Cuando la plaza se quedó un poco más despejada, los amigos se fueron encontrando, entre abrazos y apretones de manos, les fueron viniendo a sus cabezas, todas las travesuras que habían vivido en el pueblo. Roque les comentó que viniendo con el coche había visto que en el castillo había un restaurante, que por qué no iban a comer todos allí y así tendrían el pueblo a sus pies,  podrían hablar de todo lo que ha pasado en estos años. ”No os preocupéis, invito yo” apostilló,” la vida me ha sonreído, he hecho una buena fortuna en el extranjero”.
Los tres amigos subieron en el automóvil y se dirigieron hacia el castillo. Al entrar al restaurante Roque pidió una mesa donde se pudiera ver todo el pueblo. Se aposentaron en la mejor mesa y empezaron a preguntarse por sus vidas mientras esperaban que los atendieran. Roque les preguntó por sus vidas. Juan dijo que  se había quedado en el pueblo ayudando a su padre y que ahora tenía un pequeño taller de calzado. Pedro comentó que había estado viajando por el mundo y había vuelto para hacerse cargo del negocio familiar: “ Mi padre está mal”. Roque, con tono grave les dijo: ”Seguís pensando como pueblerinos, seguís anclados en el pasado, así nunca seréis nada en la vida. Yo me fui jurándome a mí mismo que nunca más pasaría hambre y lo he conseguido”. Pedro le contestó: ¿Por eso renuncias de tus raíces?. ¿Sabes que tu madre está viva?. Roque respondió: Lo sé. Pedro ¿Sabes que lo está pasando muy mal?. Juan; No tenemos ningún derecho a juzgarle. Roque: Sois mis amigos, tenéis todo el derecho a recriminarme si lo he hecho mal. De lo que comentas, yo le paso a mi madre todos los meses una cantidad para que pueda vivir bien. Pedro: Tu madre vive prácticamente en la indigencia, en la choza donde murió tu padre y no ha sacado ni un duro del dinero que tú le mandas. Roque: No es posible. Juan: tu madre no quiere tu dinero, quiere a su hijo, verle entrar por la puerta, saber de él, lleva esperando desde que murió tu padre.  Roque: Cuando murió mi padre no tenía donde caerme muerto. Pedro: ¿De que te sirve ahora tener dinero sino tienes a tus seres queridos? Personalmente creo que tampoco eres feliz. Roque: Vosotros no os habéis dado cuenta de lo que decían en el pueblo cuando me han visto. ”Mira el hijo del revienta machos” esa, es mi historia. Pedro: Mira, yo he estado todos estos años trabajando para algunas O.N.G por todo los sitios que he podido, haí encontré mi verdadera felicidad. En el pueblo me criticaron por no hacerme cargo del negocio familiar, ahora he vuelto, no me siento cómodo, pero creo que es lo que tengo que hacer, quizás cuando mis padres mueran lo venda todo y me vuelva a ir para no volver, mi felicidad esta con los que no tienen.
Roque: Ahora entiendo tu crítica amigo, la felicidad no está en la riqueza, que verdad es.
Estoy completamente solo, mi mujer se marchó, estaba harta de mis delirios de grandeza, mis hijos no quieren saber nada de mí, todo por querer estar en un estatus que no me pertenece...Juan y Pedro, al unísono, le dijeron que ellos no querían ofenderle ni juzgarle, simplemente la conversación ha salido así. Juan, quiso quitar hierro al asunto, comentando que iba a pedir conejo a la parrilla, que allí lo hacían muy bueno. Pedro, la verdad que no es ninguna tontería, si además lo regamos con un buen tinto de la tierra. A Roque, no le salían las palabras, al final haciendo un verdadero esfuerzo, dijo: me voy a dejar llevar por vosotros como antaño, que fueron mis tiempos más felices, pues tenía familia, amigos y era inmensamente pobre.

Pedro, le preguntó ¿Te has sentido feliz en algún momento en estos años?  Roque: Si cuando tenía algo por lo que luchar. Juan: ¿Porque no sigues luchando? Roque: Porque me siento solo a pesar de estar rodeado de personas que están a mi lado por mi dinero. Pedro: Si el dinero te hace infeliz dalo a quien lo necesite, te puedo garantizar que hay mucha gente que le daría un buen fin. Roque, creo que voy hacer algo que me devolverá a mis raíces.. Pedro y Juan, ¿Que estás pensando?.  Roque: De momento vamos a  comernos este conejo a la parrilla, bebernos este buen vino de esta tierra, disfrutar de estas vistas impresionantes de nuestro pueblo y sellar nuestra más sincera amistad. Salieron del restaurante en silencio, pero orgullosos de su amistad. Se subieron en el coche se fueron para el pueblo, hasta llegar delante de la chabola de donde hacía años salió Roque, entró y se abrazó a su anciana madre, jurándole que ya no se iría más, que quería quedarse, para  invertir todo su dinero en ayudas sociales para el pueblo.
                                                                                                                    El pequeño vaporista

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